¿Recuerdas aquella vez que alguien te habló de un momento que pasasteis juntos pero tú apenas recordabas fragmentos del mismo?
Es triste saber que nuestro cerebro es capaz de almacenar grandes cantidades de información inútil y sin embargo, en materia de recuerdos, estos se nublen o incluso se tergiversen dejando de ser del todo ciertos.
Y no, no estoy hablando del Alzheimer. Hablo de la vida misma.
Por desgracia la vida humana se compone de tantos estímulos y vivencias que es imposible guardarlos todos, por lo que solo unos pocos llegan a almacenarse en nuestra mente y aún así, eso no significa que estén a salvo, pues pueden acabar siendo borrados u olvidados.
Déjame que te cuente un pequeño cuento.
Érase una vez un fragmento, un pequeño fragmento en la vida de Lili, una niña de tan solo 11 años.
El fragmento no tenía voz, nombre o identidad per se, pero guardaba algo muy especial: el mas reciente encuentro de Lili con su abuelo.
El fragmento nació de un día muy especial, era un recuerdo feliz y agradable. Por eso cuando llegó a la cola de los recuerdos, la neurona que administraba el almacenamiento de la memoria, le asignó el área a donde iban los buenos recuerdos.
El fragmento se puso muy contento, pensó que si iba allí jamás sería olvidado, que algún día, dentro de poco, Lili lo llamaría para revivir el momento y le daría un nombre especial, algo como "el día en el que lo pasé genial con mi abuelo" o algo así.
Sin embargo, el fragmento no fue llamado. En su lugar vio como otros eran invocados por la niña constantemente, llegando incluso al punto en el que cambiaban.
Los días pasaron, las semanas los sucedieron y entonces... Lili lo llamó.
La pequeña revivió el recuerdo agradable y le dio un nombre especial: "el último día que pude estar con mi abuelo".
Cuando el fragmento trató de volver a su área, una neurona administrativa se interpuso y le indicó que su lugar había cambiado. Ya no era un recuerdo feliz, sino agridulce, pues Lili se arrepentía de no haber dicho y hecho ciertas cosas aquel día.
Así, el recuerdo, se internó en el área del olvido. Un lugar al que Lili mandaba todo aquello que le hacía daño.
El fragmento, entristecido, aceptó su destino.
...
Pasaron los años. Y Lili, ya con 19, mantenía una conversación con su madre.
En sus manos la chica sostenía un álbum de fotos antiguo, que su madre había mandado hacer con fotos de hacía años.
Pasando las páginas y charlando tranquilamente llegaron a una en la que se vislumbraba a la pequeña Lili, de apenas 11 años, jugando a las cartas con su abuelo conectado a un respiradero.
- ¿Te acuerdas de aquel día, Lili? Tú no dejabas de hacer trampas y tu abuelo se hacía el loco para dejarte ganar -comentó la madre con una sonrisa- Aquel día él estuvo muy feliz.
Entonces, el fragmento fue llamado de nuevo y Lili lo revivió. Esto, unido a las palabras de su madre, hicieron que comenzase a llorar, y entre lágrimas le dijo que se arrepentía de no haberle dicho que lo quería.
Su madre la abrazó y le susurró dulcemente: "Él lo sabía".
Entonces Lili le dio un nuevo nombre al fragmento: "mi último recuerdo feliz con mi abuelo". Y este fue enviado al área de los recuerdos felices, en donde fue invocado más veces a lo largo de la vida de la joven, hasta que por la edad y el uso comenzó a borrarse y perderse, pero era algo natural que no se podía evitar.
Los recuerdos van y vienen, a veces incluso les damos significados diferentes, los enterramos, los revivimos continuamente, etc.
Son una parte muy valiosa de nuestras vidas, son quienes nos han convertido en nosotros y por ello, aunque sea triste no poder recordar algo, habrán muchos más momentos guardados en nuestra mente que puedan responder a lo que buscamos.
Por ello, si tienes un recuerdo feliz, no trates de olvidarlo porque una persona ya no esté en tu vida. En su lugar, quédate con la parte buena, con el hecho de que compartisteis vuestro preciado tiempo juntos.
Comentarios
Publicar un comentario